LA GUERRA INJUSTA
Armando P A L A C I O V A L D È S
de la Academia Española
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Cartas de un Español
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B L O U D & G A Y
EDITORES
BARCELONE PARIS
35, Calle del Bruch 3, Rue Garancière
1917
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ÍNDICE
[La lista de las correcciones hecho por el transcriptor deltexto electrónico]
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La dirección de El Imparcial me ha confiado la honrosa tarea de estudiarel espíritu francés en estos, para él, tan críticos momentos. Porhonrosa que ella sea, no la hubiera aceptado si otros motivos que nofuesen del orden moral se ofreciesen ante mis ojos. Soy viejo, mi saludvacilante; el ruido de la Prensa me ha atemorizado siempre. ¿Por quépasar «del silencio al estruendo», por qué abandonar el oscuro rincóndonde desde hace muchos años hablo en voz baja con aquellos espíritusafines al mío, esparcidos por el ámbito del mundo, sin que lamuchedumbre se entere?
¿Por qué? Porque la voz de mi conciencia, esa voz que en todo hombre seva haciendo más poderosa con los años, me lo insinúa con vivasinstancias. Cuando tantos millones de seres humanos viven actualmente enEuropa, entre sangre los unos, otros entre lágrimas, ¿hayderecho á invocar el temor, la enfermedad ó la vejez? Dejemos murmurar ála vil materia; no es hora de atender á sus rebeldías. Cesó la hora delas chanzas y los regalos; hay que mirar cara á cara á la bárbararealidad y llevar una mano piadosa á las heridas.
Aquí estoy, pues, y lo primero que me cumple hacer es una declaraciónque debo á mi sinceridad y al respeto de los lectores. No soy un neutralen el sangriento conflicto que hoy aflige á la Humanidad; no lo he sidojamás en disputa alguna que hayan presenciado mis ojos. Pude habermeequivocado; pero siempre me coloqué resueltamente al lado del que, en misentir, tenía de su parte la razón y la justicia. Por eso, al estallarla presente guerra, me incliné del lado de la Francia; porque pensé, ysigo pensando, que la razón y la justicia se encuentran de su parte.
En las largas, interminables horas de tren para llegar á esta granciudad, antes tan feliz, hoy tan desgraciada, tuve tiempo á hacer unminucioso examen de conciencia. Me he preguntado con lealtad si en miactitud favorable á los aliados ha podido influir algún motivo que nofuese absolutamente puro. ¿Sería la simpatía personal? No siento excesiva preferencia por ningún país, porque estoy íntimamentepersuadido de que los hombres son iguales en todas partes. No existen,en Europa por lo menos, razas superiores e inferiores; no hay más quehombres de buena y de mala voluntad. Con los primeros está mi corazón,lo mismo que alienten en los vergeles de Italia que en las estepas deRusia. ¿Sería el interés? Ninguno tengo en que triunfen unos u otros.¿Sería la gratitud? La debo por igual á los dos beligerantes, pues delos dos he recibido pruebas inmerecidas de aprecio. ¿Sería, por ventura,alguna preocupación política? Aquí ya existe motivo para detenerse.Efectivamente; en orden á la política, admiro á Inglaterra como á ningúnotro país del mundo. Es aquel donde el hombre más respecta al hombre;por lo ta